En los últimos años del S.XX ha tenido lugar un fenómeno que se ha caracterizado por la apertura de unas interconexiones entre todos los rincones del mundo. Son fenómenos compartidos por millones de personas que pertenecen a países diferentes, a culturas diferentes. A este fenómeno se le denomina globalización.
La globalización no es sólo un hecho geográfico en el que desaparecen las fronteras y se acortan las distancias entre los países. Este fenómeno conlleva una serie de connotaciones económicas, políticas, sociales y culturales.
En el caso del término globalización, éste encuentra su significado, sobre todo, en el ámbito económico. La Real Academia de la Lengua Española la define como “tendencia de los mercados y de las empresas a extenderse, alcanzando una dimensión mundial que sobrepasa los fronteras nacionales”. La globalización económica supone una absoluta libertad de intercambio. En este sentido, el premio Novel de economía de 2001, Joseph E. Stiglitz, define la globalización como “la supresión de las barreras al libre comercio y la mayor integración de las economías nacionales”.
El término globalización se adopta para dar respuesta a la interdependencia de las economías nacionales y la tendencia a la creación de un único mercado de ámbito mundial. La globalización conduce a al formación de mercados globales integrados en los que la competencia sería también global y los factores de producción circularían en función de la oferta y la demanda. Pero esta interconexión de la actividad económica entre los países acentúa el desarrollo desigual ente los diferentes países.
Ante un mundo con más capacidad de producción por habitante de la que haya existido en cualquier momento de la historia, la humanidad se debe de enfrentar a la existencia de un mundo dual. Por un lado, la diferencia, cada vez mayor, entre países ricos y países pobres. Como dato, más de las tres cuartas partes de la humanidad vive en países que no han alcanzado un grado de desarrollo suficiente y la mayoría de sus habitantes apenas pueden sobrevivir. Y, por otro lado, la desigualdad de riqueza en el seno de las sociedades de los países ricos. En estas sociedades surgen en su seno una marginación social. En estas sociedades la pobreza afecta a parados de larga duración, inmigrantes procedentes del Tercer Mundo, personas sin techo, etc…
La globalización cuestiona la existencia del Estado, su capacidad para liderar y regular los cuestiones de la sociedad global de nuestros días. Así, desde el punto de vista económico, la globalización implica el incremento de los intercambios internacionales y la conexión directa entre los mercados y las economías de los distintos países. En la medida en que desaparecen los obstáculos para la circulación transnacional de mercancías y capitales se difuminan las fronteras entre los Estados. Esta situación se traduce, por parte de los gobiernos, en la progresiva pérdida de capacidad de dirección de su economía, y en la imposibilidad de controlar la actividad de los grandes grupos industriales y financieros multinacionales. La interdependencia de los mercados financieros reduce la capacidad de los Estados para establecer políticas económicas nacionales.
En cuanto a la globalización en el ámbito de la política, éste afecta a las estructuras de los gobiernos y a las decisiones de éstos. En un mundo global, la soberanía de los estados parece debilitarse. Se crean múltiples centros de poder y las organizaciones internacionales ven incrementada de forma notable su importancia.
Con la globalización se consolida una nueva redistribución del poder en dos direcciones, que supone para el Estado la pérdida de funciones y decisiones: por un lado, hacia ámbitos supranacionales, que viene exigida por la limitada capacidad del Estado de enfrentarse a los problemas económicos, medioambientales, tecnológicos o de seguridad, por acuerdos internacionales de obligado cumplimiento como los derechos humanos, por la presencia de organizaciones e instituciones internacionales que sumen papeles de gran importancia para la sociedad que hasta el momento le correspondían al Estado. Por otro lado y como segunda tendencia, que parece debilitar al Estado, surge desde las necesidades que se generan en las estructuras contiguas a los individuos, las estructuras regionales y municipales. Se considera conveniente la creación de instituciones próximas al ciudadano para la correcta orientación de los problemas que le afectan de manera inmediata y exigen decisiones rápidas. En esta dirección se encuentra España (con su Estado de las autonomías) o Italia (con su estado de las regiones).
La globalización política se fundamenta en el aumento de instituciones políticas supranacionales e internacionales, y este aumento que conlleva la cooperación internacional entre los países con el propósito de poder garantizar una serie de servicios que la sociedad está exigiendo. Aparentemente, esta proliferación en las organizaciones internacionales supone una ayuda para los Estado, pero al mismo tiempo conlleva una pérdida del control sobre determinadas materias atribuidas a la soberanía estatal. El aumento de las organizaciones internacionales y de sus competencias está propiciando una progresiva internacionalización de la adopción de las decisiones. Un claro ejemplo de cesión del ejercicio de competencias soberanas a instituciones internacionales es la Unión Europea. En este caso, ¿es posible que un Estado Miembro de la UE que solicite ayuda pueda mantener una política económica independiente?, esta claro que no. El Estado poco puede hacer para evitar la adopción de normas que acaban afectando a sus intereses. Lo único que puede hacer es intentar influir en el seno de la institución donde se va a adoptar la decisión para que esas decisiones sean lo menos dramáticas posibles para los intereses del Estado y de sus ciudadanos. Este hecho lo estamos viviendo actualmente con las políticas de austeridad impuestas por los organismos internacionales (FMI) e instituciones europeas (BCE) y algunos Estados (Alemania, Holanda, Dinamarca..) a Estados en dificultad económica como Grecia, Portugal, Irlanda, España e Italia.
La idea de soberanía nació a finales de la Edad Media cuando los reyes franceses derrocaron al imperio, al papado y a los señores feudales, y consolidaron un Estado nacional que no reconocía poderes superiores a él. Jean Bodin identificó el concepto de soberanía con la suprema autoridad, a la que definió como “poder absoluto y perpetuo de la república”.
La soberanía radica en la facultad de legislar sin que otro poder pueda determinar el contenido de las normas; constituye una instancia última de decisión, que no es absoluta ni ilimitada, ya que desde su nacimiento, la idea de soberanía se encontró con las declaraciones de derechos de los individuos y, posteriormente, con el Estado constitucional. Por tanto, el legislador deberá respetar el Derecho Internacional, los Derechos Humanos y la igualdad jurídica de los Estados.
Una definición más contemporánea de soberanía sería: “la autoridad legítima y suprema dentro del territorio”. El componente importante de esta definición sería suprema, término que distingue a la autoridad del Estado de otras autoridades, e implica que el soberano es la autoridad última cuyas decisiones no pueden recurrirse ante otra autoridad. Por tanto, la soberanía se define por la no sujeción a otra autoridad, tanto en el ámbito interno del Estado como en el externo.
En cuanto al Estado, éste supone la existencia de un poder centralizado capaz de obrar de modo coordinado sobre el conjunto de un territorio sometido a su autoridad. Su característica esencial, como ya he mencionado, estriba en la soberanía, es decir, en la capacidad de mandar y de prohibir, dentro de su territorio, por iniciativa propia y sin ninguna dependencia. En este sentido, podemos definir el Estado como una organización, organización jurídica social, establecida por la sociedad y dotada de personalidad jurídica, que en virtud de su autoridad o poder ejerce su soberanía sobre un grupo de seres humanos en los límites de un territorio. Max Weber definió el estado como "una relación de dominación del hombre sobre el hombre fundada por medio de la violencia legítima, es decir, por la violencia que es considerada como legítima".
La cuestión que nos podríamos plantear es si en un futuro el Estado, tal y como lo conocemos hoy en día, desaparecerá.
Está claro que la soberanía de los Estados se encuentra en crisis, asechada por normas externas que influyen en las normas internas de los Estados y menoscaban su independencia.
La imposición que supone la globalización, y que viene de los países desarrollando y de las instituciones financieras y multinacionales, pueden afectar a la soberanía de los Estados al tener que aceptar políticas, condiciones y reformas que no necesariamente sean compatibles con sus sistemas políticos y jurídicos. La globalización de los mercados de capitales ha creado un nuevo escenario en el que se han reducido las posibilidades de que el Estado establezca políticas autónomas en sus respectivos territorios.
La cesión de competencias soberanas a organizaciones internacionales, unida a la descentralización política en el interior de los Estados son considerados factores que fragmentan la soberanía. En cuanto a esta descentralización política me refiero a la pérdida de control estatal sobre las actividades que se desarrollan en los respectivos territorios de los Estados y que son una limitación de poder y, por tanto, una quiebra de soberanía.
A mi entender el Estado, tal y como lo conocemos, seguirá existiendo ya que en la actualidad no existe alternativa al Estado como forma de organización político social. El Estado sigue siendo la organización político-social que mejor garantiza al seguridad de sus ciudadanos frente a otros Estados. El Estado proporciona un cierto nivel de solidaridad social, asumiendo una función de redistribución de la riqueza y de la prestación de los servicios públicos esenciales. Por último, la soberanía de los Estados permite a los países ricos frenar los flujos migratorios en sus fronteras y mantener así su elevado nivel de bienestar social.
Hay que tener en cuenta que en casos de problemas globales será necesario tomar medidas globales. En este caso, ni siquiera los países más poderosos son capaces de ofrecer una respuesta efectiva a problemas globales como el crimen organizado a escala internacional, problemas ecológicos, terrorismo internacional, etc… Ante estos problemas se podrá delegar o atribuir el ejercicio de competencias soberanas a organizaciones internacionales, pero en ningún caso se trasfiere la soberanía.
Por lo tanto, para saber si los Estados seguirán existiendo en el futuro y si éstos seguirán siendo soberanos, bastará con determinar si los Estados ejercen las competencias de: en el ámbito externo, la defensa de su territorio y la autonomía en la dirección de su política exterior y, en el ámbito interior, el monopolio de la coacción.
Estimado Jesús:
ResponderEliminarFELICIDADES por el post que has publicado!! Estoy de acuerdo contigo en la mayoría de los razonamientos que has desarrollado.
Resulta curioso observar la facilidad con que se tambalean las instituciones político-administrativas en el escenario globalizado y, sobre todo, en el ámbito de la economia.
Hasta ahora, los Estados estaban preparados para soportar las crisis cíclicas del sistema capitalista. Pero no pensaban que se fuera a generar una de tal calibre y magnitud que sobrepasara los límites formales y materiales de cualquier organización política-institucional.
Ahora más que nunca la economía dirige el devenir de los acontecimientos y los Estados no están preparados para reaccionar frente a los abusos y desigualdades que genera. Pero, ¿una comunidad internacional podría realizar tal función? ¿Realmente reforzar un sistema de orden internacional solventaría el problema o, por contra, lo agravaría más?
Lo que vemos es que los intentos por crear organizaciones supranacionales de control -como es el caso de la Unión Europea-, no están cumpliendo aquellas expectativas para las que fueron creadas y encuentran serios problemas en su funcionamiento diario. Los ciudadanos no se sienten legitimados con esa forma tan despersonalizada y tecnocrática de gobernar y, lejos de identificarse con ellas, tienden a aproximarse a aquellas instituciones cercanas que pueden prestarles mejores servicios y atender mejor sus demandas. ¿Estamos realmente avanzando hacia la integración?
Por último, relaciones internacionales, defensa y seguridad pública son tres de las competencias exclusivas del Estado que aún no han sido expoliadas pero, ¿por cuánto tiempo? La soberanía va más allá del orden interno y de la afirmación y posicionamiento a nivel externo.